ODA A LAS FLORES DE DATITLA
Bajo los pinos la tierra prepara
pequeñas cosas puras:
hierbas delgadas
desde cuyos hilos
se suspenden minúsculos faroles,
cápsulas misteriosas
llenas de aire perdido,
y es otra allí
la sombra,
filtrada
y floreada,
largas agujas verdes esparcidas
por el viento que ataca y desordena
el pelo de los pinos.
En la arena
suceden
pétalos fragmentarios,
calcinadas cortezas,
trozos azules
de madera muerta,
hojas que la paciencia
de los escarabajos
leñadores
cambia de sitio, miles
de copas mínimas
el eucaliptus deja
caer
sobre
su
fría y fragante
sombra
y hay
hierbas
afraneladas
y plateadas
con suavidad
de guantes,
varas
de orgullosas espinas,
hirsutos pabellones
de acacia oscura
y flor color de vino,
espadañas, espigas,
matorrales,
ásperos tallos reunidos como
mechones de la arena,
hojas
redondas
de sombrío verde
cortado con tijeras,
y entre el alto amarillo
que de pronto
eleva
una silvestre
circunferencia de oro
florece la tigridia
con tres
lenguas de amor
ultravioleta.
Arenas de Datitla
junto
al abierto estuario
de La Plata, en las primeras
olas del gris Atlántico,
soledades amadas,
no sólo
al penetrante
olor y movimiento
de pinares marinos
me devolvéis,
no sólo
a la miel del amor y su delicia,
sino a las circunstancias
más puras de la tierra:
a la seca y huraña
flora del Mar, del Aire,
del Silencio.
Bajo los pinos la tierra prepara
pequeñas cosas puras:
hierbas delgadas
desde cuyos hilos
se suspenden minúsculos faroles,
cápsulas misteriosas
llenas de aire perdido,
y es otra allí
la sombra,
filtrada
y floreada,
largas agujas verdes esparcidas
por el viento que ataca y desordena
el pelo de los pinos.
En la arena
suceden
pétalos fragmentarios,
calcinadas cortezas,
trozos azules
de madera muerta,
hojas que la paciencia
de los escarabajos
leñadores
cambia de sitio, miles
de copas mínimas
el eucaliptus deja
caer
sobre
su
fría y fragante
sombra
y hay
hierbas
afraneladas
y plateadas
con suavidad
de guantes,
varas
de orgullosas espinas,
hirsutos pabellones
de acacia oscura
y flor color de vino,
espadañas, espigas,
matorrales,
ásperos tallos reunidos como
mechones de la arena,
hojas
redondas
de sombrío verde
cortado con tijeras,
y entre el alto amarillo
que de pronto
eleva
una silvestre
circunferencia de oro
florece la tigridia
con tres
lenguas de amor
ultravioleta.
Arenas de Datitla
junto
al abierto estuario
de La Plata, en las primeras
olas del gris Atlántico,
soledades amadas,
no sólo
al penetrante
olor y movimiento
de pinares marinos
me devolvéis,
no sólo
a la miel del amor y su delicia,
sino a las circunstancias
más puras de la tierra:
a la seca y huraña
flora del Mar, del Aire,
del Silencio.
.....................**..... Pablo Neruda
DATITLA
Y cuando
de regreso
brilló tu boca bajo los pinares
de Datitla y arriba
silbaron, crepitaron
y cantaron
extravagantes
pájaros
bajo la luna de Montevideo, entonces
a tu amor he regresado
a la alegría de tus anchos ojos;
bajé, toqué la tierra
amándote y amando
mi viaje venturoso.
........................**......Pablo Neruda
Y cuando
de regreso
brilló tu boca bajo los pinares
de Datitla y arriba
silbaron, crepitaron
y cantaron
extravagantes
pájaros
bajo la luna de Montevideo, entonces
a tu amor he regresado
a la alegría de tus anchos ojos;
bajé, toqué la tierra
amándote y amando
mi viaje venturoso.
........................**......Pablo Neruda
(foto-postal que Neruda mandó a Alberto Mántaras
en 1967)
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