ATLÁNTIDA DE LOS “AÑOS DORADOS”
Fue, tal vez, la mejor época de Atlántida como “estación de baños”. Los años en que los primeros hoteles : el “Atlántida”, de “los doctores” (1913); el “Mercedes” de la calle Once (1923); el “Rex”, en la playa Brava (1936); el “Planeta” (1937), con su Anexo, el “Golf Palace” (1941), recibían un turismo internacional de primer nivel.
Pero es importante establecer que esos visitantes convivían con un entorno completamente natural y hasta salvaje, se podría decir.
Había pocas viviendas particulares. Unas -las más llamativas- en la rambla de la playa Mansa; otras diseminadas en las primeras manzanas diagramadas desde el año 1911 en adelante. Ya en la década del 30, lo que predominaba entre las construcciones era el monte, monte espeso de pinos y eucaliptos.
Muy poca gente vivía aquí todo el año. El auge de actividad se daba en los meses de verano. Era un turismo de hoteles, porque no había comenzado aún la costumbre de alquilar casas.
Para dar una idea de las características del entorno natural que se podía disfrutar en ese momento, el “almacén de Sánchez”, principal lugar de abastecimiento -ubicado en la calle Once- tenía enfrente un gran monte de pinos; era el lugar donde está la plaza Artigas actualmente.
Los alumnos de la Escuela Pública 146, que concurrían a la misma en los primeros años de fundada, tenían como patio de recreo un monte entero en el cual se perdían de la vista de su maestra, que los llamaba con la campanilla cuando quería que entraran a clase. El primer edificio escolar fue una construcción de material con techo de paja, antes de que Roger Balet donara el actual. Todo era monte alrededor, o arenal blanco en los lugares donde no había árboles.
Ir de paseo desde las cercanías del hotel “Mercedes” a la “Piedra Lisa”, era toda una aventura que llevaba un día entero. En el trayecto había arenales, médanos, montecitos, anchos zanjones.
Ni qué decir que otra gran aventura que podía intentarse por los veraneantes de la época, era ir hacia “El Águila” (1948); pasando por “la Bajada Vieja” -con cruce de cañadas incluido- y llegando a las “barrancas del chocolate”, como le llamaban a las barrancas estratificadas que rodeaban y protegían a la construcción que Natalio Michelizzi había mandado hacer en el jardín de la casa llamada “El Barranco” (1942), la que era apenas una “casa de campo” para el empresario italiano.
Al comienzo había muy pocas calles trazadas. Y especialmente la calle Once, era muy transitada. De ahí que el hotel “Mercedes” (todavía quedan restos del edificio original), fundado por Gabriel Liberatti -que antes fue “maitre” del hotel “Atlántida”-, tenía un servicio de riego de la calle Once, con una carreta tirada por bueyes que llevaba encima un tanque con regadores. Esto para que los señores ingleses, que eran pasajeros del hotel y se sentaban en la vereda del mismo con sus trajes elegantes, pudieran disfrutar tranquilos del aire marítimo sin verse importunados por la arena o el polvo voladores. Muchas veces se veían vestimentas de golfistas, ya que uno de los pasatiempos preferidos de los turistas extranjeros era la de jugar al golf, en la cancha de dieciocho hoyos ubicada en los terrenos que ahora ocupan la colonia de vacaciones de AGADU y el barrio City Golf.
Algunos testigos de esa época cuentan que el “Mercedes” parecía una sucursal del Imperio Británico. Puede ser una exageración, pero en todo caso esto nos sirve para aquilatar el nivel de visitantes que tenía esta zona.
Para seguir “pintando” el vecindario del hotel “Mercedes”, en la otra esquina vivía Vicente Díaz, “mano derecha” de Michelizzi; más hacia la playa vivía Guillén, el propietario de “El Látigo”, primer vehículo de transporte de pasajeros entre Atlántida y Montevideo, pasando por Pando, ya que la ruta Interbalnearia no existía.
Frente a la casa de Guillén estaba -y está aún- la casa de la familia Molinari.
Esas primeras familias y los turistas del “Mercedes”, bajaban por un caminito entre montes, por lo menos dos cuadras, hasta llegar al agua. Hasta que un día, parte del monte se cortó para construir el “Planeta” y años después el Anexo, con todos sus jardines, con laguitos, cascada y grandes canteros de hortensias puestas en terracitas, adornando un zanjón gigantesco. Y después surgió el casino, y una “boite” que funcionaba en el sitio llamado “Las Cuevas” (detrás del Casino).
En pocos meses, como de la nada, surgían estas construcciones. Y más turismo internacional. Y gran lujo en la decoración del Planeta. Y mozos vestidos de marineros. Cuentan que había dos construcciones en la playa, una llamada “El Refugio” y la otra un restaurante llamado “El Pacú”; que eran extensiones del “Planeta”.
También cuentan que en la bajada desde el hotel hacia estas construcciones había jardines y césped plantado y regado artificialmente, tarea de don Vicente Vizcaíno.
Ambos, “El Refugio” y “El Pacú”, fueron devorados por el mar en los años posteriores. Eso, entre otras cosas, es prueba de todo lo que ha avanzado el agua, o dicho de otro modo, todo lo que se ha perdido de arena de la playa desde aquellos tiempos hasta ahora.
¿Y los boteros? Cada hotel tenía su botero, el cual vigilaba a los nadadores que se iban mar adentro. También hay que recordar las balsas que había dentro del agua, una de ellas con un trampolín…
Pero esto, en verdad, puede ser tema para otras “historias”.
..........................................................................Wilson Mesa _ diciembre de 2010.
Pero es importante establecer que esos visitantes convivían con un entorno completamente natural y hasta salvaje, se podría decir.
Había pocas viviendas particulares. Unas -las más llamativas- en la rambla de la playa Mansa; otras diseminadas en las primeras manzanas diagramadas desde el año 1911 en adelante. Ya en la década del 30, lo que predominaba entre las construcciones era el monte, monte espeso de pinos y eucaliptos.
Muy poca gente vivía aquí todo el año. El auge de actividad se daba en los meses de verano. Era un turismo de hoteles, porque no había comenzado aún la costumbre de alquilar casas.
Para dar una idea de las características del entorno natural que se podía disfrutar en ese momento, el “almacén de Sánchez”, principal lugar de abastecimiento -ubicado en la calle Once- tenía enfrente un gran monte de pinos; era el lugar donde está la plaza Artigas actualmente.
Los alumnos de la Escuela Pública 146, que concurrían a la misma en los primeros años de fundada, tenían como patio de recreo un monte entero en el cual se perdían de la vista de su maestra, que los llamaba con la campanilla cuando quería que entraran a clase. El primer edificio escolar fue una construcción de material con techo de paja, antes de que Roger Balet donara el actual. Todo era monte alrededor, o arenal blanco en los lugares donde no había árboles.
Ir de paseo desde las cercanías del hotel “Mercedes” a la “Piedra Lisa”, era toda una aventura que llevaba un día entero. En el trayecto había arenales, médanos, montecitos, anchos zanjones.
Ni qué decir que otra gran aventura que podía intentarse por los veraneantes de la época, era ir hacia “El Águila” (1948); pasando por “la Bajada Vieja” -con cruce de cañadas incluido- y llegando a las “barrancas del chocolate”, como le llamaban a las barrancas estratificadas que rodeaban y protegían a la construcción que Natalio Michelizzi había mandado hacer en el jardín de la casa llamada “El Barranco” (1942), la que era apenas una “casa de campo” para el empresario italiano.
Al comienzo había muy pocas calles trazadas. Y especialmente la calle Once, era muy transitada. De ahí que el hotel “Mercedes” (todavía quedan restos del edificio original), fundado por Gabriel Liberatti -que antes fue “maitre” del hotel “Atlántida”-, tenía un servicio de riego de la calle Once, con una carreta tirada por bueyes que llevaba encima un tanque con regadores. Esto para que los señores ingleses, que eran pasajeros del hotel y se sentaban en la vereda del mismo con sus trajes elegantes, pudieran disfrutar tranquilos del aire marítimo sin verse importunados por la arena o el polvo voladores. Muchas veces se veían vestimentas de golfistas, ya que uno de los pasatiempos preferidos de los turistas extranjeros era la de jugar al golf, en la cancha de dieciocho hoyos ubicada en los terrenos que ahora ocupan la colonia de vacaciones de AGADU y el barrio City Golf.
Algunos testigos de esa época cuentan que el “Mercedes” parecía una sucursal del Imperio Británico. Puede ser una exageración, pero en todo caso esto nos sirve para aquilatar el nivel de visitantes que tenía esta zona.
Para seguir “pintando” el vecindario del hotel “Mercedes”, en la otra esquina vivía Vicente Díaz, “mano derecha” de Michelizzi; más hacia la playa vivía Guillén, el propietario de “El Látigo”, primer vehículo de transporte de pasajeros entre Atlántida y Montevideo, pasando por Pando, ya que la ruta Interbalnearia no existía.
Frente a la casa de Guillén estaba -y está aún- la casa de la familia Molinari.
Esas primeras familias y los turistas del “Mercedes”, bajaban por un caminito entre montes, por lo menos dos cuadras, hasta llegar al agua. Hasta que un día, parte del monte se cortó para construir el “Planeta” y años después el Anexo, con todos sus jardines, con laguitos, cascada y grandes canteros de hortensias puestas en terracitas, adornando un zanjón gigantesco. Y después surgió el casino, y una “boite” que funcionaba en el sitio llamado “Las Cuevas” (detrás del Casino).
En pocos meses, como de la nada, surgían estas construcciones. Y más turismo internacional. Y gran lujo en la decoración del Planeta. Y mozos vestidos de marineros. Cuentan que había dos construcciones en la playa, una llamada “El Refugio” y la otra un restaurante llamado “El Pacú”; que eran extensiones del “Planeta”.
También cuentan que en la bajada desde el hotel hacia estas construcciones había jardines y césped plantado y regado artificialmente, tarea de don Vicente Vizcaíno.
Ambos, “El Refugio” y “El Pacú”, fueron devorados por el mar en los años posteriores. Eso, entre otras cosas, es prueba de todo lo que ha avanzado el agua, o dicho de otro modo, todo lo que se ha perdido de arena de la playa desde aquellos tiempos hasta ahora.
¿Y los boteros? Cada hotel tenía su botero, el cual vigilaba a los nadadores que se iban mar adentro. También hay que recordar las balsas que había dentro del agua, una de ellas con un trampolín…
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¿Cuánto duraron estos “años dorados”? Podría decirse que en la década del 50 empezó una lenta decadencia en el flujo de visitantes internacionales. Un período que parece coincidir con el cierre de fronteras de la Argentina de Perón; con la apertura de la ruta Interbalnearia hacia el este y el consiguiente florecimiento de otros balnearios; con la muerte de Michelizzi en 1953, etc.Pero esto, en verdad, puede ser tema para otras “historias”.
..........................................................................Wilson Mesa _ diciembre de 2010.
.....(Casa de Quintela en Rambla de Atlántida_ año 1914)..................................... (la misma casa en el año 2010)
Fuentes _ Conversaciones con testigos de aquellas épocas, que son lúcidos referentes llenos de memoria.
(Las imágenes se pueden ampliar)
1 comentario:
Siempre Uruguay me ha gustado para irme de vacaciones. En general opto por una Casa en alquiler Montevideo y luego con el auto voy hacia distintos destinos de la costa para ir recorriendo diferentes playas
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